Saturday, June 13, 2009

La soberbia de la espada

El viento quemaba su piel, aún insistía en exponerse a esas condiciones casi sin protección.
El yermo era implacable, pocos sobrevivían ahí, especialmente solos.
Tuvimos que contratarlo para llegar a la caravana de mi padre, para buscar a la mujer que debería desposar. Nunca me han dejado elegir, siempre a la sombra de hombre viejo y caprichoso que se hace llamar mi padre, porque jamás me ha dicho su nombre.

-Es hora de avanzar, los gusanos duermen-
-Sí- respondí automáticamente

Tomamos los camellos, me despedí de mi madre con un gesto de mano, quedaría atada a las tierras que mi padre encomendó a ella nunca más tendría derecho a verla.
Él ni siquiera volteo. Meses esperando este momento y nunca se relaciono con nadie, vivía en las caballerizas, sino estaba viendo el yermo, como buscando algo.

-¿A cuanto estamos de mi padre?-
-4 días, lo encontraremos en el Oasis-
-Tanto- replique
-Podemos cruzar por el lago fantasma ahorraríamos 2 días, pero nadie sale con vida de ahí- respondió en un tono seco

Calle y lo miré fijamente. Maldito y vulgar trotamundos como se atreve a tratarme así.

-No me mires con esos ojos, estoy obligado a llevarte, pero no estoy obligado aguantar tus berrinches- pareció sonreír al decir eso.
Quizás si huyera he hiciera mi vida como un desconocido, total siempre alguien te refregara su poder en la cara, nadie tiene respeto.

Cabalgamos hasta el amanecer sin decir ninguna palabra, yo lo seguía atentamente, aunque quería huir pero no podía hacerlo, entre los gusanos y las arañas no duraría ni dos horas a la deriva en ese mar de arena.
-Nos detendremos a descansar los animales necesitan alimentarse y necesitas dormir-
Me baje del camello, espere que montara la tienda. Entre y me quite mis ropas, descubrí mi rostro y mis brazos, me tendí en el piso. Pero no podía dormir.
-¿Por qué no te proteges?-
-¿Por qué no duermes?-
-No puedo, ahora respóndeme tú-
-¿Siempre eres tan intransigente?-
-A veces-
-Descansaré afuera, partiremos en dos horas-

Me preguntaba como será la mujer, espero que bella, no soportaría que fuera de otra forma. En ese divagar pude dormir.

Desperté en una hora exacta, el me vio y partimos, los animales habían recuperado fuerzas.

Cabalgamos por el infinito, el cielo tocaba la arena y la arena atrapaba el cielo. El sol era incandescente, parecía verter cierto odio en ese calor que nos secaba. Era un sol enamorado del mar, el mismo que nos había abandonado hace varios cientos de años, parece tanto tiempo que nadie esta seguro que existió o no, estamos en las puertas de la muerte de la realidad y el nacimiento del mito.
Cabalgamos hasta el anochecer. Esta vez si estaba exhausto.
-Descansaremos esta noche-
-Tengo hambre- saque de mi bolso unas tiras de carne seca y un poco de agua
-Provecho- el saco unas raíces y comenzó a chuparlas

El día siguiente corrimos más rápido que el anterior. No se si fue el calor o mi propia estupidez, pero en un delirio empecé a cabalgar en otra dirección en busca de mi libertad.
Solo basto una colina y unos minutos cabalgando a ciegas, ya estaba en manos del desierto, su arena y su sol.
Seguí cabalgando en busca de un camino, pero no pude encontrar nada. Nada. Ese desierto no tenía horizontes, se consumía a la distancia sin distinguir nada. Nada quedaba en esas arenas, la desesperación se apodero de mí y comencé a gritar, grave error.
-¡AUXILIO¡- otra vez pero más fuerte -¡AUUUXILIO¡- el piso comenzó a temblar apareció un gusano, caí del camello, que emprendió una retirada solitaria. Saque mi espada, me puse en posición para hacerle frente. Era insignificante ante inmenso insecto, pero no dure ni una embestida, cuando dejo caer su cuerpo y salí despedido por los aires. Pensé que era el fin, cuando apareció y se puso frente mío, miró al gusano y lo hizo retroceder. Mientras iba caminando el monstruo iba retrocediendo, cada paso que él daba, intimidaba a la gigantesca fiera. Finalmente emprendió la huída.

No me dijo nada, solo me miró y se subió a cu camello. Estaba emprendiendo la marcha.
-Detente, por favor detente- me puse a llorar- llévame con mi padre
Se detuvo y me miró más duramente que la primera vez
-¿Por qué huiste si sabía que ibas morir solo?-
-No lo sé- caí al piso y lloraba- supongo que el calor me saco de mí-
-Eso no pasa… DIME TU RAZÓN- en ese grito pareció que se detuvo el viento
-No quería asumir que soy una sombra, miserable sin don de mando, hijo de un mercader donde radica mi voluntad. No me respetan mis hermanos, ni mis padres, ni tú- chille
-No, huiste, por cobarde, eso se llama errar. Te equivocaste, esa la vida desde siempre, desde antes del mar, de antes de la conciencia. Errar es fácil, son solo momentos de poca lucidez y caes, pero solo caes cuando eres débil. Eso es lo importante, dime ¿harás que este error te haga más débil o más fuerte?-
Lo quede mirando con un sentimiento de admiración, con el deseo de superarlo. Sus ojos duros pero comprensivos, me hicieron entender que el había cometido errores, que no era diferente a mí, salvo que él se había hecho fuerte.
-Fuer…te- titubeé, baje la cabeza -FUERTE- le grite
-Bien, entonces vamos-

Cabalgamos sin parar hasta llegar al oasis. No me dijo nada, solo que esta vez lo sentía más cercano, sentí que estábamos unidos por una extraña razón.

Al llegar al campamento de mi padre.
-Gracias por todo-
-Es mi trabajo chico-
-Hasta pronto- me di media vuelta
-¿Sabes porque no me protejo?- me di la vuelta completa –Es que por un error yo perdí alguien muy preciado en el yermo, desde entonces soy uno con este terreno y no debo protegerme de mí… no podría levantarme de mi errores-

Sonrió y partió hacía las arenas.
Miré la carpa donde estaba mi padre, esta vez caminaba erguido y decidido, fuera lo que fuere, no debía asustarme ni intimidarme más que la solución misma.

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La fuerza de la metafora
Anhela la esperanza

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