Friday, June 12, 2009

Ejecución del caos

Imaginemos por un segundo lo pequeño que es la punta de un alfiler, no digo el tramo donde da la punta, sino simplemente la punta. Ese fragmento que es lo suficientemente fino, como para abrir un poro. Ahora ese alfiler se encarna en una cuerda, que la corta, que libera una abeja, que vuela por una ventana y se sube a la cabina de un barco, pincha al timonero, desarrolla una reacción alérgica y no puede controlar el barco, desvía la ruta y atropella la última sirena del mar, así muere en el caos un ser que no existe.

Todo por la punta del alfiler, pero en realidad no, si pensamos bien tendremos a ver el resto de las cosas por ejemplo ¿Quién movió el alfiler? ¿Cómo una abeja estaba atada? ¿Por qué la abeja persiguió al barco en vez de una flor? ¿Cómo fue que el timonero era alérgico a la abeja? ¿Por qué la abeja se suicida picando al timonero? ¿Qué hacia una sirena tan a la superficie?

Es que cada vez que hacemos algo vamos poniendo un domino, cada gran cosa que hacemos tiene repercusiones como su tamaño y de esa forma se van estableciendo gigantescos hitos, que se van ordenando. Aunque cuando hacemos lo que debemos hacer, eso que para el cosmos le resulta lo más grato de ver, en esos casos no extendemos un domino, sino establecemos el cierre de las fichas de domino anteriores.
De esa forma caminamos a la sombra de estos hechos, cuando ya por fin podemos salir de ese manto extenso que nos cubre, pensamos en algo, pensando que nuestros antiguos errores no nos darán caza a donde estamos. Pero cuan equivocado estamos, ese acto desencadena la caída de todas las fichas de domino, caen una tras otra, sin poder impedirlo, como si ese último acto viajara al primer acto que se ejecuto, desencadena todo. Todo por un instante se siente vinculado, por un momento todo tiene sentido y uno observa impotente sin poder hacer nada.

Un niño ata una abeja, porque su padre desapareció en el mar. El niño la libera para que lo vaya a buscar a su padre, la abeja es atraída por el aroma de un oficial de un barco de carga. Se esconde en la cabina del timón. El timonero la confunde con una mosca y trata de matarla y falla, la abeja lo pica en la mano, el marino ignora que su padre era alérgico a las abejas y ese día lo descubre. Antes de caer al piso, el marinero cambia de rumbo. Una sirena sale a la superficie, después de haber dejado a un viejo marinero en el fondo del mar, que envidio por tener un hijo y una mujer que lo amara. En la superficie la sirena sonrió por que ningún hombre sabía como dañarla, aun este viejo marinero quiso resistirse, pero se siento embriagado por su dulce voz. En esa soberbia la sirena no percata la llegada de un gigante de hierro que la aplasta sin piedad.

La sirena levanto una ficha de domino y huyo de ella y con su soberbia volvió a su primer acto de envidia, el primero de su vida hace cientos años, donde los mares aún eran jóvenes, sintió envidia de los hombres por caminar. Solo de envidia atacaba a los hombres lanzándoles panales de abejas. Años más tarde aprendió a cantar y de vez en cuando traía un hombre para dejarlo en el fondo del mar.
Esas fueron sus fichas, en cambio un niño, en inocencia quiso encontrar a su padre, misión que se la encargo a un heraldo, que no tenía idea de la misión a ejecutar. Pero el niño obro así porque lo sintió, se libero de su pena, el genero el fin de un circulo que no tenía idea.

El caos no es que un acto repercuta al infinito en otros; sino que reúne circunstancias inconexas las ejecuta como una sola.

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Asumiendo y esperando

volviendo a gritar al vacio cibernetico

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