Monday, July 21, 2008

La parca nº3

Sordera


-Cuénteme su día- Pensé en responderle, pero me sentía asustada, su navaja punzante le hacia cosquillas en mi nunca –Cuénteme su día o puede que todo termine aquí-
-¿Qué es lo que quieres oír?- respondí tratando de tranquilizarme. Trataba de mirar su cara por el retrovisor, pero tenía una mascara negra, solo podía ver ese ojo que tenía no expresión alguna.
-Creo que no nos vamos entendiendo, si sigues así nos quedaremos tirados a la mitad de la carretera-
-¡¿PERO QUÉ QUIERES OIR?!- el miedo se apodero de mí
-Bien estuvo bien, ¿Tiene estrés doctora?- suspira- eso significa que no estaba tan equivocado con usted-
-QUE ES…- clava con cuidado su navaja, sentí como algo calido bajaba por mi espalda- ya, ya tranquilo-
-Que estuviera bien, no significa que me agrade. Tampoco me gusta que me alcen la voz- dijo simulando una voz ronca –Cuénteme sobre su día-
-Me levanté, salí de la casa, fui a trabajar. Almorcé con un expololo. En la tarde vi a dos niños y nada fuera de lo particular. Me subí a mi auto y me puse a conducir- tomo aire y trato de tranquilizarme. Estamos en la autopista, cualquier fallo puede significar un accidente- Estaba tú, indicándome donde ir…-
-Vasta, ves que habían varias cosas que yo no sabía- Se escucha una leve risa- Pero dime, que le paso a esos niños-
-Uno se llama Daniel y la otra Andrea-
-Esa no es mi pregunta-
-¿Qué te importan esos niños?- respondí sin querer
-Buena pregunta ¿Cuánto te importan a ti?-
-No me deben importar mucho, soy siquiatra, si me afectan me podrían dañar-
-En parte eres como todos, huyendo y re-huyendo del dolor. No entiendes su belleza y complejidad-
-La entiendo y comprendo, por algo soy siquiatra. He ayudado a mucha gente desde que comencé a ejercer- dije sin sacar mis ojos de la carretera
-Mentirosa, no has ayudado ha nadie, simplemente los programaste para que fueran uno más-
-Los ayude a no estar solos, entiéndelo. Tú estas loco, como lo entenderías- seguí sin mirar para otro lado más que no fuera la carretera
-Lo comprendo y lo entiendo, pero que este loco no significa que este solo, somos muchos… más que ustedes… en un momento seremos todos… la soledad de esta sociedad, de este sistema se hace base de la utilidad. Donde yo estoy, la soledad es por opción- se acercó al asiento y se levanto la mascara hasta la altura de la nariz, su aliento apestaba. Caí en la tentación de observarlo, carecía de algunos dientes y estaba espantosamente quemado-Yo soy una voz de cordura, en este infierno que espera arder. Soy uno más, pero a la vez soy un todo más complejo-
-Eres un megalómano desquiciado- en ese momento gire el auto a una orilla de la carretera, lo arrincono. Él se golpea contra la puerta, finalmente logro verlo como un manchon negro; como una sombra contenida en una tela.
Trate de huir, pero se reincorporo más rápido que yo. Me tomo del hombro y me dio un beso, comencé a vomitar al sentir su lengua moverse como un gusano en mi boca.

-Vamos, no es la primera vez que besas alguien en la primera cita- Se reía a carcajadas, me quebré y me eché a llorar –vamos mírame- Mantengo mi cabeza baja, tratando de recomponerme- MIRAME- aún me negaba a mirarlo, hasta que me tomo el pelo y me levantó la cabeza- Mira este es el dolor que huyes, pero ese dolor siempre esta en ti- me tiro al asiento otra vez.
-Toma- me ofreció un arma, la cogí casi sin pensarlo –Yo me voy- lo deje salir, cuando estaba bajando del auto, le dispare… pero sonó solo un “clack” y otro y otro
-Cuesta que entiendas mujer, pero créele a la niña, en tus manos esta más de una solución- se fue tan pasivo, como si nada hubiera ocurrido.
Al escuchar la puerta cerrar, me tiré sobre el volante a llorar. Libere todo el coraje que había tenido contenido.

Espere unos minutos, tome el celular, pero no había señal.

Conduje nuevamente a la ciudad, busque una comisería. Me baje oliendo horriblemente, con el arma que me había dado.
Entré a la comisaría, algo nerviosa. Me acercó al primer oficial que veo y le explicó que había pasado, me dejan sentada junto a unos tipos que olían a alcohol.
Al rato me hacen pasar, hablar con el comisario le vuelvo a explicar todo nuevamente. Me mira extrañado. Le muestro finalmente el arma al comisario, su vista se desfigura. Me dice que me van a tener que dejar retenida hasta que aparezca el fiscal.

Me meten al calabozo, habrán pasado algunas horas, pero nadie me explicaba lo que pasaba. Me quede mirando al guardia que tenía sentado fuera de la reja, que estaba jugando un solitario. Me mira de reojo, con un gesto de odio que no lograba entender.
De pronto me sentí sola y distante sin saber lo que pasaba. Nadie me escuchaba y si lo hacían me devolvían un gesto de desprecio.
Me acosté en la banca, me quede dormida.

Cuando me despertaron, me llevaron a la oficina del comisario. Había un hombre de terno, fumando un cigarro.

-¿Esta bien Doctora Montero?-
-Eso creo, ¿Quién es usted?-
-Me llamo Carlos Villarroel, soy fiscal de este distrito-
-¿Qué pasa? No entiendo nada-
-Señorita, ¿Dónde consiguió el arma?-
-Ya se lo explique al oficial-
-Ellos declaran que no han recibido ninguna declaración suya-
-Pero…- baje la cabeza –pero si les explique, vine por mi propia voluntad-
-Ellos dicen que fue detenida en estado de ebriedad, en el registro encontraron esta arma-
-ESO ES MENTIRA- sentí como mi corazón latía tan fuerte, que se detenía
-Tranquila señorita- le pidió al comisario que saliera de la habitación- No les creo mucho a estos pacos, pero hace meses que buscan a quien culpar. Ha habido múltiples asesinatos hacia carabineros, todos realizados con el arma que andaba trayendo. El que lo ha hecho no ha dejado huella alguna-
-¿Como saben que es esa arma?-
-Porqué es el arma de la primera baja, Raúl Pando-
-¿Pando? Me suena-
-Si, usted es la persona que ha tratado a su hija. Es una niña que no puede hablar, porque presenció la…-
-La muerte del padre… Andrea Pando…-

-Ahora, me puede explicar con todo detalle que le sucedió hoy-
-La niña si ha hablado-el fiscal me mira reprochando mi accionar
-¿Qué le dijo?-
-Lo mismo que yo no había querido creer- respiro hondo- yo declararé, pero quiero irme a casa, quiero descansar sola y luego les diré todo lo que sé-

El fiscal cuando acepto, no lo hizo de buena gana, pero finalmente estaba en mi casa. Mi celular tenía demasiadas llamadas perdidas y mensajes, pero no quise revisar ninguno.
Sentada en mi sofá, después de ducharme. Comencé a escuchar el silencio de una ciudad incrédula.
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Continuando la historia


hasta pronto
gracias a los que me visitan

3 comments:

Vjota said...

los venezolanos te aman

Anonymous said...

esta continuidad le da cierto cariz que no habia visto en tus escritos. me queda claro que necesitabas un poco mas de emotividad y no tanta expresividad de cotenido

un buen trozo

gabrielle said...

de nada =.=...

Cero aporte...