Tuesday, August 07, 2012

Doppelganger

De seguro uno ha escuchado que no hay 2 copos de nieves iguales, pero uno insiste en querer encontrarlos. Ese esfuerzo constante encontrar el espacio calco de uno, soñar en que todos somos piezas de un rompecabezas gigantes y sin darte cuenta encajas en tu espacio sin esfuerzo, por un segundo todo tiene sentido y te sientes completo. Pero la vida no es así, la verdad es que nunca encontraras otro igual a ti, quizás parecido (aunque créeme es peor, te terminaras hostigando). Por lo mismo me gustaría contar una conversación, que sucedió hace un tiempo, sin fecha ni lugar, solo en un atardecer. -Así que eres impulsiva- -Sí, más allá de eso, solo actuó- se rio como si comprendiera una gracia sus dichos -Yo, al contrario pienso, y pienso mucho cada cosa que hago- medite como si tratará de comprenderla, nunca juzgarla -Pero la paso bien, aunque tenga problema- -Supongo que debe tener consecuencias- yo le sonreí en forma de aceptación –igual debe ser sumamente entretenido- -A veces- no me miro, solo observo el vació frente a nosotros, una distancia que no podía ser medida por escalas métricas, solo por pasos que la acercaban al sol que torneaba sus rasgo con un dorado pálido. En ese momento un recuerdo, una mujer ya oculta en mi subconsciente, se manifestó. Mi cabeza empezó a jugar con su silencio, en mi ataque de egolatría, nos compare con una araña que teje y teje, para que el caos se manifieste en sus redes, y yo una tortuga que se desliza en el universo, entre las estrellas y moldeando la forma, manifestación del orden de las cosas. Sentí que dos deidades se encontraban en cuerpos carnales, para conversar unos minutos. -Sí, pero la felicidad es una decisión- fue lo que dije para aterrizar un poco -Eso suena muy posesivo, como si buscaras el control- -Exacto, hay esta la magia, porque pareciera que controlas, pero la decisión de ser feliz va más allá del control, sino en la aceptación de las cosas y disfrutarlas mientras están, cuando ya no, seguir disfrutando la ausencia- aún mi cabeza le costaba aterrizar, en esos ojos verdes se encerraba un eco, un laberinto verde, sin minotauros, quizás algunos tigres que siempre vuelven a devorarte, una mujer perdida en ese laberinto. Sin nombre, quizás uno dicho por un ciego, que buscaba ídolos de oros para armar templos ortodoxos a las letras, a contar vidas sin haber vivido una. -Quizás tienes razón, es aceptar el secreto- en esa frase se desvaneció el laberinto, aquella mujer que se reflejo en ella volvió a ser un fantasma, dejo un recuerdo perdido en otro. Quizás siguió hablando, su voz era distinta y el sol ya no la dibujaba. Pero solo me dejo un recuerdo, no hay más como ese. Agradezco que solo sea uno porque eso lo hace valioso.

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