Siempre terminaba a la misma hora esperando la micro con un café de maquina, de esos que cuestan un par de monedas y tienen diverso sabores.
A veces dejaba pasar un par de micros, alguna de esas veces era por terminar el café otras es por acabar un cigarrillo, la mayoría de las veces era para ver a la gente y preguntándose si es que lo ven a él también, si es que se preguntan porqué no subió con ellos o porque siempre lleva la misma chaqueta.
Sus rasgos ya definidos por los años son los bocetos de la soledad a su mano, sus arrugas de risas falsas le hacen parecer sus mejillas más altas, su nariz algo chata y marcada por esas tardes de vicio por la botella; claro que sí tenía una belleza bruta, de esas marcas masculinas que dentro lo firme de su parada muestra su extrema convicción y voluntad.
Aunque esta historia hasta el momento va tornándose un planteamiento existencialista, sobre como la gente se dedica a esperar y preguntarse si va fijándose donde hay algún hombre añorando un saludo mezquino de un desconocido. Pero en estos momentos en donde me pregunto como autor si vale la hacer aquel miserable esfuerzo, reconozco mis carencias, pero dentro de ellas una mirada y una sonrisa me pueden transformar en un héroe mitológico, así que regalare a mi títere un mejor escenario.
Aquella tarde estaba terminando su café y a lo lejos empezó a ver su micro, así que se paro, saco la tarjeta de la billetera. Cuando estaba en la fila vio a lo lejos un niño, de rasgos algo andrógenos, junto a él un hombre de rasgos carcomidos por la angustia, mientras avanzaba por la fila se los quedo mirando y atento a ver que sucedía, era una escena algo violenta (aunque no habían golpes físicos, la tensión era enorme).
Bajo la mirada por un segundo y cuando volvió a mirar no había nadie, habían desaparecido, extrañado le pregunto a la gente que estaba cerca, pero nadie había visto nada. Sintió miedo, como hace años que no lo hacía.
Así que se puso a caminar, para buscarlos, en su cabeza se encerraban cientos de finales diferentes para el pobre chico, la angustia se empezó a desarrollar en su pecho, tomo forma de su recuerdos de esas noches angustiado en soledad de su dormitorio, abandonando el deseo de amar y a su mujer que desapareció en un callejón, por el mismo que paso años esperando volver a verla, esperando que alguien le dijera si había escuchado algo. Comenzó a correr, se decía que no podían estar muy lejos, solo habían pasado unos segundos.
Finalmente dio con un lugar lúgubre, un callejón sin salida ni ventanas que lo delaten, una tenue luz que tiritaba, al final de ese lugar el hombre golpeando al niño y tratando de quitarle la ropa.
-¿WEÓN QUE ESTAS HACIENDO?!!!- gritó recuperando el aire, pero no tuvo respuesta
-OYE, MIERDA, PARA- le seguía gritando mientras se acercaba, el tipo levanto la cara y sus rasgos eran los de un animal, no expresa sentimiento alguno, solo instinto animal, sintió que estaba en presencia de un eslabón perdido.
-Ayúdeme- dijo el niño mientras se escondía detrás de una caja
-Oiga, este no es su cacho, este es mi crió y weón esta muerto sino se va- finalmente habló el hombre, metiendo su mano en unos de sus bolsillos.
-No me voy a ir sin el niño, dime si quieres plata te la doy, pero deja que se vaya el chico-
-NO!- le grito, saco de su bolsillo una mariposa, que trato de maniobrar sin mucho éxito
-No, me vas intimidar con eso- respondió en un tono seco y seguro
-¿Si? Weón no sabí con quen te etai metiendo-
-Con un maricón que no se la puede con un hombre- y le sonrió
-¿Te creí mucho?-
-No, pero no me vas atacar y lo sabes, sí fuera de otra forma ya lo habrías hecho-
-¿Eso crei?- se balanceo contra su intruso, pero falló el movimiento. El hombre de la chaqueta de la flaqueza sacó fuerza y un solo golpe directo a la nariz, sintió como se destrozo el cartílago, el agresor quedo tendido en el piso sin hacer ningún tipo de ruido.
Pasaron unos minutos, lentamente el silencio producido por la confrontación quedaba devorado por el ruido de la calle y un leve llanto.
Se acercó al niño y le dio la mano, salto a sus piernas y se largo a llorar, le acaricio la cabeza. Tenía rasgos duros por los golpes, pero no habrá tenido más de siete años.
Él hombre lo tomó en brazos y se lo llevo diciendo “Tranquilo pequeño, ahora el viejo Marco no dejara que desaparezcas… no, ya no, porque me diste la oportunidad de sentir mi nombre otra vez”
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Sí, es cierto... nos perdemos en recuerdos y busquedas de sus propios ritmos, evaluamos las situaciones pensando que pudieramos dar con patrones.
Quizas el control nazca de su manejo, pero lo más sano es observar y dar saludos al pasado y quizas con ello no se deba nada.
Por eso siempre observo, sentado y encandilado por el día.
Hasta pronto
"Sin frases de elocuencia, solo de espera"
4 comments:
Al principio no lo encontré muy emotivo, pero después fue tomando su gustito :P... esta bueno ;)
Me parecio algo conocida esa parte donde el personaje le ofrece plata al tipo.. hmmm *-)
y bueno en el comentario q hiciste abajo me gutó mucho (lo q dijiste sobre dar un saludo al pasado) :P
Cuidate
recorde mas de alguien k conozco
k observa las person•s o simplemente dejar la vida pasar?
interesante
Hola, de cierta forma permites que se interprete de muchas formas el cuento, lo que encuentro muy atractivo, cuidate.
Describiste en una pequeña historia mi diaria conversación conmigo misma. Sí, es bueno eso de mirar al pasado, sino, cómo aprendes?
Por otro lado, hay cosas de redacción q podríamos cambar... pero ando en otra asiq supongo q es porque tengo la cabeza en otra parte.
Saludos my friend, q le vaya bien C=
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