Hace tiempo que lleva recorriendo el mundo, visitando templos como fortalezas.
Aún recuerdo cuando volvió de su primer viaje, me comentaba que dio con una muralla que palpitaba y transpiraba frió; otro de sus viajes lo llevo a una monumental ciudad que recorrió por primera vez, sentía como si la hubieran construido para él, cada pisada perdía su silencio y tornaba de colores para un cielo olvidado. En otros tiempos recorrió templos de mármol, pulcros y vírgenes, con una decoración bellísima, sin decir más se perdía en el gimoteó de la emoción de haberlo encontrado, sabía que tenía defectos, que nada era precisamente como lo esperaba, pero a pesar de eso amó y sufrió la perdida de una construcción que no era suya.
Después de eso no quiso más construcciones impresionantes, solo quería la libertad del campo o las montañas, quizás un deseo perdido en el mar. Pero créanme que recorrió desiertos calidos como gélidos, abrazo las brasas de los infiernos y se regocijo en la falda de los cielos, pero aún así no encontraba lo que quería, entonces dentro de su egoísmo creó su propia fortaleza, oscura e imponente, su torre más alta rasgaba los cielos y su base aplastaba los infiernos, a su interior él.
Sin una luz que lo molestara ni que lo llenará de algún placebo; permanecía acumulando su dolor y perdida.
Multitudes le gritaron que saliera, pero las murallas eran tan densas que ni un eco dejaba que la atravesarán. Algunas personas trataron de entrar, pero la espesa oscuridad y la pestilencia las enloquecieron, corrieron espantadas.
Hubo algunas veces que entró una luz (una pequeña esperanza), quizás para que se embarcare pero cada vez que llegaba a la puerta maldecía e injuriaba contra el resto, volvía corriendo a su trono.
Yo pensé que seguiría así durante una vida, pero sin razón aparente comenzó a gritar y hecho abajo toda esa construcción, algunos dicen que fue por fuerza otros por valor, yo sé que fue por algo supravalorico, que ni él mismo entendía, pero lo movía.
Así comenzó avanzar por el mundo, ya más envejecido y a la vez más conforme y feliz. Cuando sus viajes se reanudaron, para no caer en la tentación de ocultarse de la vida, guardo una piedra en forma de mondadientes que fue lo que quedo de su propia fortaleza, así recordando su estupidez no se dejaría llevar el estancamiento (que para todo ser vivo es letal).
Así un día volvió a mi bar, traía consigo cientos de historias nuevas y con los años se había vuelto un mejor narrador; mantenía atento a cuanto vago y ebrio que rondaban, algunos salían queriendo ser mejores otros simplemente querían superar la ficción como él.
Así transcurrieron los años, otra vez, hasta que decidió hacer algo de lo cual no estaba seguro y era volver a una vieja torre, donde lloraba una estrella todas las noches.
En aquella cima que no podía alcanzar, ya que en su momento fue muy joven e imprudente, no sabía como surcar las dificultades de ese camino.
Ahora la edad lo había entrenado para ser más hábil, así que volvió hacia aquella torre, al verla sintió que no había pasado ni un minuto del momento que se vio obligado al dejarla, toco la piedra tallada y aunque a primera vista era igual, su tallado había cambiado. La rodeo, encontró un pequeño agujero que tenía un rostro tallado, al verlo pudo distinguir la expresiones de un traidor, aunque seguramente era una excelente oportunidad para entrar, a él francamente nunca le intereso aprovecharse de la estupidez ajena, así el primer día quiso escalarla, resbaló y tubo que descansar unos días.
Sabía perfectamente que no se rendiría, entonces en su siguiente intento ocupó una masa para tratar de hacerse si propia entrada, pero ni el tallado se modifico.
Unos meses más tarde volvió con una escalera muy alta, tanto que daba con la cima, así subió y subió, la escalera le quedaba nos metros de la punta. Se sentía tan emocionado al final podría entrar aquella esquiva construcción, así que subió al último peldaño y saltó, alcanzó afirmarse con mucho esfuerzo logró asomarse (rogaba que al otro lado hubiera una escalera o algo para bajar porque si no… mejor no pensar en ello).
Cuando al fin pudo mirar adentró había un árbol de hojas negras y al final una tenue luz, las murallas internas estaban cubiertas por un extraño moho, todo olía a una apestosa soledad.
Seriamente pensó entrar, pero se sintió rechazado por un leve lamento que venía del fondo, de la propia estrella. Tuvo el deseo de seguir, aunque optó por la decisión sensata y volvió por su escalera, casi se cae varias veces, pero logró volver al piso y darse por satisfecho, hizo lo que pudo y más allá de eso dejo sus deseos de lado para seguir avanzando.
Se sentía pleno, por lo menos supo que había al interior de la torre, pero antes de irse, sacó de su bolsillo lo que había quedado de su propia fortaleza y lo clavo en la torre, esta se remeció y por la cima salieron volando una infinidad de mariposas negras, vio como la piedra se comía aquel recuerdo.
Suspiró al entender que el árbol estaba secó y que las hojas negras, no eran más que mariposas enamoradas de una estrella.
Prefirió no divagar más, así que volvió caminar sin rumbo. Según lo que me contaron se fue a oriente, en realidad no estoy seguro solo sé que cuando vuelva traerá otras historias y de seguro será un poco más libre de sí mismo.
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Aprovechando la canitdad de sueños raros de la última temporada
sería
adios