Al subirse al ascensor no pudo evitar quedarse pegado unos segundos en la curvas de aquella mujer, luego su rostro de rasgos maduros y atractivos.
Ella no pudo evitar sonreír, es gracioso ver resumido un cuarentón a un quinciallero (aunque sea por unos segundos).
Él antes de presionar su piso, vio el piso marcado y rápidamente decidió que era el momento de cambiar su suerte, calculo velozmente que del primer piso al vigésimo tercero, tendría como 5 minutos para tratar de abordarla, luego otros 5 para llegar a su reunión. Así que solo tenía una oportunidad.
Así que sin que se notara su duda, presionó el mismo botón y le sonrió a la mujer.
-Que coincidencia ¿no lo cree?- ella solo se limitó a devolverle la sonrisa y mirar el espejo del ascensor.
Estaba en un mal plano estratégico, su primera llegada había sido rechazada con una finta interesante, rápidamente volvió a calcular la situación, aprovechó la sonrisa y devolvió su ataque:
-Qué bonita sonrisa tiene, ¿lo sabía?-
-Sí- le respondió fríamente
-Es bueno que lo sepa, yo tendría que haber llegado a ver a un amigo, pero el tráfico esta de locos hoy en día-
-Sí tiene razón-
-Me disculpara, pero puedo saber su nombre- pensó en su frase, se preguntó de que libro de segunda la sacó
-jejeje ud. Es un hombre muy impertinente-
-Lo sé-
-Debería presentarse primero, ¿no lo cree?-
-Cierto, me llamo Fernando Burgos-
-Así esta mejor, yo soy Beatriz-
-¿no tiene apellido?-
-En realidad, para ud. No tengo-
-¿Cree en el destino?-
-A veces-
-Es que…- detuvo el ascensor, se sentía como poseído –no tema, no haré nada, solo quiero tomarle una foto- ella quedo en silencio, notó como su rostro se tornó blanco y lejano, pero a él no le importo, sacó su cámara la fotografió -gracias- destrabo el ascenso
-¿Por qué hizo eso?-
-No estoy muy seguro, pero sabía que no lograría más que su nombre antes que se bajara, entonces quería guardarla, porque no la volveré a ver más- ella le fue observando los últimos pisos, de pronto en su mirada notó cierto velo infantil y se encariño, antes de bajarse se despidió y le dijo:
-Gallardo, ve que no era algo tan transcendental-
Y se cerró la puerta, él sonrió y fue al sexto piso.
Mientras caminaba por el pasillo se torturaba en sus deseos, al llegar a la habitación de Carlos, aún sus palabras no podía brotar con naturaleza, no sabía cómo, ni cuando pasó o si realmente había pasado, en su traquea estaba atorada la verdad, la dolorosa he inevitable verdad.
Puso su cabeza sobre la puerta y la acaricio con un dedo, mientras lloraba se repetía entre dientes “Carlos, Carlitos, te amo, pero soy heterosexual”.
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Errores en las relaciones, un mal tan común como necesario, la verdad es que quizás las experiencias en general no sean como esta historia, pero son.
Al que visita este sitio (con o sin obligación), que debemos comprender el cambio como un todo, dejarlo avanzar. Quizás con un poco de suerte y sin quererlo, esas personas vuelvan a nuestro lado.
Por mi lado, la idea es crecer.
Adiosh
"Tuve un sueño"