Sunday, May 31, 2009

El partir

Caminaba con su cabeza enterrada en su bufanda, sus lentes se empañaban con su aliento. El frío trataba de penetrar su abrigo negro, pero algo esa noche no dejaba que nada lo tocara.

Siguió caminando, viendo como la densidad de las luces de la calle iban disminuyendo, de pronto vio como el cielo golpeaba la tierra; su luna cantaba muda y sus estrellas eran notas de un piano deprimido.
Aunque el espectáculo disminuyo su ritmo al caminar, no pudo frenar ni un poco su etéreo palpitar. “Los corazones nunca sanan, siempre son convalecientes de una vieja historia” le decían, jamás presto atención a eso hasta que dejo de ser un niño, quedo en la ambigüedad de un ser incompleto, suficientemente viejo para no ser un niño y demasiado joven para ser un adulto.
Aunque no quería detenerse su cuerpo le pedía que lo hiciera, llevaba caminando casi tres días, no había comido ni bebido y su biológica le exigía la preservación, pero nada puede cuando se corta el lazo entre el alma, la mente y el cuerpo. Esa sed que nace en el alma, se anida en la mente y se olvida del cuerpo.

Seguía caminando, quería una respuesta o algo que lo detuviera. Ni familia, ni los amores y ni nada, parecía recuperarlo. Sus odios solo escuchaban un zumbido, estática o vació, nunca se esta seguro si es lo uno o lo otro; total de la mano se encuentran los absolutos.
Aún seguía caminando, entre los edificios abandonados emprendían el vuelo las golondrinas y de los árboles brotaban arañas, que parecían sombras vivas en las calles. Pero si habría estado conciente el terror por esos bichos lo hubiera detenido.

Seguía caminando, nada de este mundo parecía tener el poder de detenerlo. Ni el miedo, ni el vació, ni la lógica, ni la hermosura del cosmos.

Seguía caminando y escucho algo quebrarse, por primera vez en esos días levanto la cabeza. Al salir de su bufanda, se detuvo y sintió un aire fresco acariciar su rostro


En un hospital físico, en un mundo real, alguien estaba abriendo los ojos y sentía que había caminado tres días desde la muerte de su mejor amigo. Giró su cabeza, observo unos cristales en el piso y vio rota la ventana de la habitación

Thursday, May 28, 2009

Despues de un año

Los fantasmas no son más que lunares del tiempo, cicatrices de nuestra historia. La vida parece ser la tinta con la consagramos un fragmento de tiempo en el texto de los demás.

Pero que más da hacer esto si finalmente es tanto odio y caos que recaer sobre la historia de nuestro Leviatán, todo lo que hacemos es para destruirnos unos a los otros, buscar el concilio de propósitos y voluntades no parece ser tan utópico, porqué las manos de quien quiere borrar la realidad han sido distanciadas del telar que se teje día a día.
Siento que debemos levantar un monumento no a la violencia sino a la convicción, a los hombres y mujeres que no dejaron que las muertes los consumieran, recordar con respeto y valor a quienes creyeron y murieron por su causa. Pero sin ensordecernos y creer que ese es el medio, ellos nos enseñaron que no lo es, los macabros genocidios son un tumor que tenemos que tratar (claro esta que realizar una quimioterapia con la bomba H, no nos curara).

Por eso escribo, porque quiero ayudar a colaborar con eso, quiero creer que la sinceridad y el valor nos pueden conducir a una mejor comunidad; no me interesa responder sobre la vida y la muerte, en realidad solo quiero que mi estancia en esta vida sea lo más integral posible. No quiero dejar ir nada que me ha tocado, aunque eso signifique darse vuelta en la cama y abrazar a la locura de vez en cuando, no quiero dejar ir mi primer recuerdo, ni mi vació, ni mis amores, ni mis muertos y mis no muertos.
Hace un año aproximadamente partió la mujer que creía fielmente en eso, me enseño a encarar mis problemas, me dio el valor de seguir, me enseño humildad, me mostró su odio y finalmente me enseño amar incondicionalmente. Aunque me esfuerce ya no puedo escuchar su corazón, ni puedo entender las palabras que me han quedado en lo más distante de mi cabeza, me cuesta recordarla como era y más aún me cuesta olvidarla.
Como luchar contra fantasmas no es lo mió, y creo que nunca lo será, quiero rendirle homenaje de la formar más grande que conozco, quiero construir y enseñar lo que me dejo. Quiero más que eso… quiero creer en lo que ella creía.

Quizás los fantasmas nos dejaran de doler solo cuando podamos volver a encender la tenue luz de sus vidas, tal vez de esa forma podamos seguir el que camino que suele ensombrecer por los miedos irracionales de nuestros ídolos de pies de barro.